4.7.25

Yo: emociones + deseos + cerebro + cuerpo + smartphone + nube + redes de información.

Ploco: "¿Cómo afecta la "cognición extendida" a la manera en que estructuro mi experiencia del mundo? ¿Será que esta capacidad de influir directamente en la "realidad objetiva" (lo que es), altera mi comprensión de la separación entre el "sujeto cognoscente" ('yo'), y el "objeto incognoscible" ('aquello que no se puede conocer')? ¿Dónde termino y dónde empieza el "mundo"? ¿Es la medición un intento fútil de no 'sentirme' sumergido?" 

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Aparecemos en el mundo sin libreto y nos zambullimos en su trama sin más guion que el pulso de la vida, y aunque estamos hechos del mismo tejido que el cosmos, del que hacemos parte, nos concebimos homo alienus (¿una conciencia ajena?), un quiebre entre el ser y el sentirse que se devela en la percepción.

Como recental evolutivo intento absorber el mundo, intrigantemente, percibirlo, discernirlo y conocerlo enfrenta complejas limitaciones.   Intento asirlo en su esencia, pero venimos con “cribas” [1]  o “prismas” que lo distorsionan o reinterpretan, entonces me veo obligado a 'verlo' a través de mi propia 'realidad', mi Umwelt [2].

Aspiramos o intentamos salvar esas limitaciones con curiosidad crítica, imaginación y búsqueda de sentido, que juntamente con la decantación y refinamiento del saber, nos permiten estilar herramientas y tecnologías que a menudo y activamente se integran en los procesos cognitivos, extendiendo la memoria, capacidad de cálculo y razonamiento.

Diseñamos nuevos 'sentidos' y herramientas tecnológicas que básicamente expanden el límite de lo perceptible, permitiéndonos 'sentir' y medir aspectos de la realidad, inherentemente inaccesibles, desafiando al concepto kantiano de la imposibilidad de aprehensión de la "cosa en sí".  Entonces el "fenómeno" [3] se amplía, incorporando aspectos antes considerados incognoscibles, sugiriendo que la frontera entre lo percibido y la "cosa en sí", es dinámica, y se transforma dependiendo de nuestro avance sapiente y tecnológico. 

Pero la elección de qué medir, cómo medirlo y cómo interpretar esos datos sigue estando mediada por nuestras teorías, marcos conceptuales y, en última instancia, por la estructura de nuestro entendimiento, aunque esté ampliado tecnológicamente, y nos vemos embocados a revisar continuamente las "formas a priori": categorías del entendimiento (sustancia, causalidad, etc.). Condiciones necesarias y universales para cualquier experiencia humana posible.

Hoy, la tecnología no anula la distinción kantiana, la complejiza, mostrando que lo cognoscible (lo que se puede conocer) es relativo a nuestras capacidades, naturales o artificiales de percepción y comprensión. Persiste la idea de lo objetivo (lo real, la "cosa en sí"), como un horizonte muy lejano que escapa a nuestra cognición, ya sea por limitaciones biológicas o por la naturaleza misma de la realidad, aun así, en una estulta osadía, algunos afirman que ya no se 'siente' tan inalcanzable.

La tecnología actúa como una lente poderosa que puede tanto revelar nuevas facetas de la realidad como también plantear preguntas fundamentales sobre los límites y la naturaleza de nuestro conocimiento. En ese intento, no nos gustaría objetivar la realidad, pero con los nuevos modos de medir y registrar fenómenos que ocurren a escalas o en rangos que nuestros sentidos no pueden captar directamente, promovemos una forma de 'objetivar' lo que antes era puramente teórico o inferido.

Nos extiende nuestra cognición.

La teoría de la "cognición extendida" propuesta originalmente por los filósofos Andy Clark y David Chalmers, que sostiene que los procesos cognitivos no se limitan al cerebro o al cuerpo, sino que pueden extenderse hacia el entorno, reestructurando la experiencia del mundo de maneras fundamentales. Dejas de ser un mero espectador que procesa internamente un mundo externo. Tus herramientas y tecnologías no son solo objetos en el mundo; son parte del proceso a través del cual piensas sobre y actúas en el mundo. La experiencia no es "yo aquí, y el mundo allá", sino "Yo (con herramientas/tecnologías) interactuando con el resto del entorno".

Al extender nuestra cognición, la estructura de la experiencia ya no está limitada por la memoria biológica o la capacidad de cálculo mental. El mundo se convierte en una base de datos externa y en un procesador auxiliar, alterando la percepción del tiempo, del espacio y de la propia capacidad cognitiva. Entonces la tecnología es la memoria que te avisa (smartphone); el conocimiento que te indica la mejor ruta a seguir tiempo real (GPS); el saber que te da la respuesta a casi cualquier pregunta en segundos (Google); la IA que procesa lo inabarcable y demasiado complejo para nuestra mente (Gemini AI).

Seguimos alterando de forma radical nuestra experiencia y el flujo de pensamiento ya no es puramente interno. Se compone de bucles que se extienden hacia fuera: tienes una duda, buscas y lees en tu móvil, integras la información y continúas el pensamiento. Ese bucle externo es ahora parte de tu proceso cognitivo, tan integral como una reflexión puramente interna.

La filosofía clásica, especialmente desde Kant, nos ha hablado de la distinción entre el fenómeno (el mundo tal como lo percibimos y estructuramos a través de nuestras categorías mentales) y el noúmeno (la "cosa en sí", la realidad objetiva independiente de nuestra mente, que es fundamentalmente incognoscible). Hoy, tu "yo, consciente" ya no es simplemente el sujeto biológico de Kant. El "sujeto cognoscente" es un híbrido donde lo biológico se 'articula' con lo cibernético y otras tecnologías: Cerebro + cuerpo + smartphone + nube + redes de información+ herramienta/tecnología.

Este "sujeto extendido" tiene un poder sin precedentes para manipular e interpretar el fenómeno. Usamos sensores para "ver" en espectros invisibles (infrarrojo, ultravioleta), usamos IA para encontrar patrones que nuestro cerebro no puede detectar, y usamos la ingeniería para reconfigurar la materia a nivel atómico. Cada vez que una nueva tecnología nos permite medir o interactuar con una parte de la realidad que antes era inaccesible, el velo de lo "incognoscible" retrocede un poco más. La "realidad objetiva" se vuelve menos un "objeto" pasivo y más un sistema con el que nuestro "sujeto extendido" dialoga y al que modifica.

La separación se vuelve menos una muralla y más una membrana permeable. Cuando usas un microscopio de efecto túnel para "ver" [4] átomos, ¿el átomo es el objeto y tú el sujeto? ¿O el sistema (ojo + cerebro + microscopio) se ha acoplado tan íntimamente con el átomo que la distinción pierde sentido en ese contexto? El microscopio se convierte en una extensión de tu percepción, llevando tu subjetividad hasta la escala atómica.

La separación no desaparece, pero se vuelve dinámica, contextual y negociable. Entonces la frontera tradicional de la piel y el cráneo es arbitraria. Una respuesta funcional sería: Terminanos donde termina el acceso fácil, fiable y transparente a la información que usas para pensar. Si tu móvil está en tu bolsillo y lo usas de forma automática y confiable para recordar una cita, en ese momento, funcionalmente, es parte de tu sistema cognitivo. Es "parte" de ti. Si el móvil se queda sin batería o no tienes señal, esa "parte" de ti se ha "dañado" o "desconectado". De repente, la herramienta deja de ser una extensión transparente y se convierte en un "objeto" inerte del mundo, y sientes la pérdida de esa capacidad cognitiva.

Por tanto, tú no eres una entidad con fronteras fijas. Eres un sistema dinámico y reconfigurable. Tu 'yo' se expande y contrae dependiendo de las herramientas con las que te acoplas. El "mundo" empieza justo en el límite de ese acoplamiento funcional.

¿Pero es medir un afán insignificante, que nace del 'sentirnos' sumergidos?  No. Es más que un intento fútil, es un intento de gestionar esa inmersión. Imaginate inmerso en una totalidad indiferenciada en la que estás completamente sumergido. No hay arriba ni abajo, ni puntos de referencia. Es la experiencia, pero también aturdimiento. Al medir, 'creas' un mapa, una cuadrícula sobre ese espacio: Lo delimitas, definiendo límites y entonces lo percibes manejable. Lo distancias, posicionándote como el medidor, creando una separación psicológica entre tú y lo medido, facilitando una sensación de control y objetividad, aunque esa objetividad esté construida sobre un sistema humano (las unidades de medida). Y lo 'traduces', llevando su complejidad infinita a un lenguaje simplificado y universal: las matemáticas, que nos permite construir modelos, predecir comportamientos y, en última instancia, sentir que entendemos el mundo en lugar de simplemente "estar en" él.

En conclusión, medir es quizás la herramienta psicológica y cognitiva más poderosa que 'hemos inventado' para no ahogarnos en la inmensidad del ser. Es el intento de construir un dique de "lo conocido" para contener la avalancha de "lo desconocido", una defensa contra ese sentimiento de inmersión total que, si bien puede ser inspirador, también es aterrador.

En este sentido, la cognición extendida nos obliga a abandonar la idea de un 'yo' como una entidad aislada y estática, integrándonos a un sistema híbrido y dinámico, en el que, juntamente con la tecnología y el mundo, medimos y co-creamos constantemente nuestra experiencia de vida y la realidad.



[1] "Cribas" o "prismas", que en esencia son como las estructuras kantianas que moldean la realidad antes de que seamos conscientes de ella. A esto, la psicología moderna añade los sesgos cognitivos: atajos mentales y patrones de pensamiento que distorsionan sistemáticamente nuestro juicio y, por ende, nuestra percepción de la "realidad". El dilema humano: somos un fragmento del cosmos que anhela comprender el todo, pero estamos equipados con herramientas de percepción que, por su propia naturaleza, nos obligan a 'verlo' a través de la cerradura de nuestra propia y limitada "realidad".

[2] El biólogo Jakob von Uexküll acuñó el término Umwelt para describir el "mundo perceptual" único de cada organismo. Una abeja, por ejemplo, percibe la luz ultravioleta en las flores, que para nosotros es invisible. Un murciélago "ve" el mundo a través de la ecolocalización. Su realidad es radicalmente distinta a la nuestra, aunque habitemos el mismo espacio físico. Nuestro Umwelt humano está definido por nuestros sentidos. No podemos percibir el mundo como otros seres. El intento de "asirlo en su esencia" choca de frente con los límites biológicos de nuestra propia percepción.

[3] Drae: 5. m. Fil. En la filosofía de Immanuel Kant, lo que es objeto de la experiencia sensible.

[4] "Ver" entre comillas porque con un microscopio de efecto túnel no estamos "viendo" los átomos en el sentido tradicional de la vista, que implica detectar la luz que rebota en un objeto. En lugar de luz, el STM utiliza un fenómeno cuántico llamado efecto túnel. Un microscopio de efecto túnel tiene una punta metálica extremadamente fina que se acerca mucho a la superficie del material que se quiere estudiar, ¡a una distancia de apenas unos pocos átomos! Luego, se aplica un pequeño voltaje entre la punta y la superficie. Debido al efecto túnel, los electrones pueden "saltar" a través del vacío entre la punta y la superficie, generando una corriente eléctrica medible. Esta corriente es extremadamente sensible a la distancia: un cambio mínimo en la altura de la superficie (como la presencia de un átomo) provoca un cambio significativo en la corriente. Al mover la punta sobre la superficie y registrar las variaciones en la corriente eléctrica, una computadora crea un mapa tridimensional de la posición de los átomos. En resumen, no "vemos" los átomos directamente con fotones de luz. Más bien, los "sentimos" o "mapeamos" detectando su topografía electrónica. Por eso, el término "ver" se pone entre comillas, para indicar que es una forma indirecta de observación. Es más una reconstrucción que una visión directa.

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