DEL
TIEMPO, LAS HORAS Y EL ARTE
Si
el tiempo es el compás en el que se mueven las horas que van haciendo la vida,
entonces nuestros espacios merecen ser habitados por tesoros que se alberguen
en el pensamiento y a los que podamos recurrir a modo de refugio escondido
sagradamente. Como lo descubrieron Einstein y otros científicos, el tiempo es
relativo, de lo cual podemos entender que el tiempo está hecho a nuestra
medida, pero entonces, ¿cada ser humano puede concebir las horas a su medida?
Sí, es absolutamente cierto que construimos el pasado, el presente y el futuro
a nuestra medida. Esto es lo siguiente, imaginemos que no tenemos medidas del tiempo
y las horas y que nuestra existencia solo es un constante fluir sin relojes (en
una dilatación del tiempo), ¿cómo haríamos para usar el tiempo? Habría menos
estrés, es lo más seguro porque las horas serían mas lentas. Y tener un
transcurrir de horas lentas es lo más provechoso que le puede ocurrir a los
artistas porque lo que más exige una creación artística, es Tiempo.
No
somos conscientes, la mayor parte de la veces, de la basura (recuerdos dañinos)
que vamos almacenando en nuestra memoria, mientras él (el tiempo), despiadado,
nos va desgastando a través de los días sin haber cumplido con la maravillosa
labor de continuar el legado que el ser humano ha ido construyendo desde su
primitiva aparición y concepción del mundo, en la escritura, la música, la
pintura, la escultura, etc.
Ocurre,
contradictoramente, que algunas personas condenadas a la desocupación maldicen
las horas y desean que pasen lo más rápido posible, mientras que hay otras
personas que quisieran tener sus horas de desocupación para dedicarse a
cultivar el arte en todas sus expresiones, al tomar la cultura como la compañía
más leal que podemos tener; Séneca, nos refiere esta particular anécdota al
respecto:
“No
puedo pasar por alto un caso que me viene a la memoria: Turanio fue un anciano de escrupulosa laboriosidad que,
pasados ya los noventa años, cuando recibió de manos de G. César la licencia
de un cargo, mandó que lo amortajaran en la cama y que la familia puesta
alrededor lo llorara como muerto. La casa
hacía duelo por el ocio de su señor
anciano y no acabó sus lloros si no es cuando se le devolvieron sus funciones. ¡Hasta tal
punto le gusta a la gente morir ocupada!”. Séneca, Lucio Anneo.
Cindy
Santiz Gamarra.
Ohhhh
ReplyDelete