9.10.16

La tanga, la arena caliente, la piel quemada y la lluvia que se asoma.



Hubo un época en que la experiencia vivida en las playas de nuestra Cartagena impactó poderosamente nuestras vidas. Esas arenas volcánicas fueron teatro donde sin distinción, cartageneros, cartageneras y turistas por igual,  nos relajamos, nos dejamos invadir por su efecto relajante, alegre y sensual, nos liberamos de tanto afán negativo y nos conocimos.  

Playas donde bajo la radiante luz del sol y la plateada luz de luna, los colores se mezclaron y confabularon para crear días maravillosos y mágicas noches. Lugar donde el esparcimiento fue Ley. 

Hoy únicamente me deleito con sus fantásticos y bellos amaneceres y atardeceres. Estos me llenan con la energía y esperanza para iniciar el día, y con la serenidad para cerrarlo.

Lugar donde la conocí, ahí sentada sobre la arena caliente y bajo el sol, con su calor colándose en su piel,  llenando de energía su espectacular cuerpo, que vestido solo con una tanga diminuta irradiaba sensualidad y anunciaba el agua que venía. 

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