Todo cuesta o revisen a ver si
encuentran algo gratis y me avisan. Pero hay costos que con gusto se pagan. Por
ejemplo, los costos del amor, de un viaje placentero o comprar cosas nuevas y
que decir de una buena rumba o una cena exquisita.
De lo más costoso encontramos la
verdad, la libertad y la justicia. Pocos están dispuestos a pagar, pero con facilidad toman posiciones dilatorias, evasivas, acomodaticias y todo lo que se le asemeje para dilatar,
eludir o evitar el pago. Lo que no queremos aceptar es que al final
siempre se paga y más caro; y peor aún, generando altos costos a terceros
inocentes. Por eso, estos costos hay que asumirlos y pagarlos en su totalidad, rápido
y sin rechistar.
A todos aquellos que respetamos,
aceptamos y practicamos el pronto pago, se nos exige no quejarnos, pero al
menos de lo que queda, nos alcanza para una malapalabra, una sonrisa y echar pa’lante.
A mi amiga Ana María, pa’lante.
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