Hubo un época en que la experiencia vivida en las playas de nuestra Cartagena, significó un poderoso impacto en nuestra vida. Esas playas volcánicas fueron teatros donde sin distinción, Cartageneros, Cartageneras y turistas por igual, nos relajamos, nos dejamos invadir por su efecto afrodisíaco y sensual, nos liberamos de tanto afán negativo y nos conocimos.
Playas donde bajo la radiante luz del
sol y la plateada luz de luna, los colores se mezclaron y confabularon para crear días
maravillosos y mágicas noches. Lugar donde el esparcimiento fue Ley.
Hoy únicamente nos deleitamos con sus fantásticos y
bellos amaneceres y atardeceres. Estos nos llenan con la energía y esperanza
para iniciar el día, y con la serenidad para cerrarlo.
Lugar donde la conocí, ahí sentada
sobre la arena caliente y bajo el sol, con su calor colándose en su piel, llenando de
energía su espectacular cuerpo, que vestido solo con una tanga diminuta irradiaba sensualidad y anunciaba el agua que venía.
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