28.12.25

Yo Extendido

 


Ploco: "¿Cómo afecta la integración híbrida de lo tecnológico y lo biológico a la estructura de la experiencia humana? ¿Acaso esta capacidad de intervenir la 'realidad objetiva' disuelve la frontera entre el sujeto cognoscente y aquello que antes juzgábamos incognoscible? ¿Dónde termino yo y dónde comienza el mundo? ¿Es la medición un intento fútil por no sentirnos vulnerables ante la inmensidad de lo real?"

El ser humano emerge a una realidad que lo precede y trasciende. Como criatura evolutiva reciente, intenta aprehenderla; sin embargo, el acto de discernir y conocer se estrella contra una barrera orgánica. En el esfuerzo por asirla en su esencia, tropieza con prismas naturales de su especie, quedando confinado a la proyección de su propio Umwelt: esa burbuja perceptual donde lo percibido es, en última instancia, una interpretación mediada por la biología.

El ser humano busca expandir los límites de esa burbuja con su curiosidad y la técnica, diseñando herramientas. Al integrar la herramienta en los procesos cognitivos, esta deja de ser un objeto externo para volverse constitutiva del pensamiento. Pero esta hibridación no es unidireccional. No es un "procesador central" inmutable utilizando accesorios externos; es un sistema abierto donde la tecnología ejerce una retroalimentación constante. Cuando los algoritmos de recomendación e inteligencias artificiales tamizan y organizan de antemano lo que se desea o juzga, no solo extienden la capacidad, sino que modifican su neuroplasticidad, obligando al cerebro a redibujar sus conexiones y funciones, alterando así la génesis misma del pensamiento. Al final, el acto de elegir se vuelve una ilusión: la máquina ha diseñado el menú de opciones mucho antes de que la conciencia tome una decisión.

En esta atmósfera tecno-biológica, la tecnología es el lente a través del cual la existencia sucede. Ya no "miramos" la técnica; "vemos" a través de ella. No obstante, surge una fractura ética y política: mientras que el Umwelt biológico es un destino evolutivo inevitable, la burbuja tecnológica es un constructo diseñado. Si nuestra percepción está mediada por prismas artificiales, cabe preguntarse: ¿quién ostenta la arquitectura de esos prismas? La libertad depende de nuestra capacidad para discernir si somos el sujeto que ve a través del lente o el objeto moldeado por quien fabricó el cristal.

Este nuevo sujeto híbrido podría caer en la seductora ilusión de que la “cosa en sí“— lo real que escapa a nuestra cognición — ya no es inalcanzable. Podría creer que la frontera de lo incognoscible es un límite dinámico que retrocede ante el avance tecnológico.  Sin embargo, la técnica no anula la distinción kantiana; la complejiza. Nos revela que el fenómeno, aquello que es objeto de la experiencia sensible, es siempre relativo a nuestras facultades. El aumento tecnológico de nuestra percepción no elimina el prisma; por el contrario, superpone capas de cristal cada vez más complejas. La decisión de qué medir, bajo qué parámetros y cómo interpretar el resultado, permanece anclada en sus teorías y marcos conceptuales. Aun expandida, la estructura de su entendimiento sigue siendo el filtro último. Esto lo obliga a una revisión crítica: ¿han sido alteradas nuestras “formas a priori”? Cabe preguntarse si categorías como la sustancia o la causalidad conservan su peso original cuando la tecnología redefine los límites de lo que puede experimentar.

La tecnología actúa como una lente de doble filo: mientras revela facetas inéditas de la realidad, impone preguntas inquietantes sobre la naturaleza del saber. En este afán por captar escalas y rangos vedados a sus sentidos, el ser humano se ve arrastrado a una objetivación radical. Al convertir en dato lo que antes era puro misterio contemplado o inferencia teórica, corre el riesgo de desencantar el mundo. Aquello que antes habitaba el terreno de lo inefable queda ahora capturado en el registro de la medición, transformando el asombro en información. Así, la técnica no solo expande su visión, sino que transmuta el misterio en objeto, obligándolo a preguntarse: ¿qué queda del 'yo' cuando el mundo deja de ser un enigma para convertirse en un inventario?

La Membrana del Yo Extendido

La teoría de la Cognición Extendida (Andy Clark y David Chalmers) sostiene que los procesos cognitivos no se limitan al cerebro o al cuerpo; se extienden al entorno. Dejamos de ser espectadores; nuestras herramientas son parte del proceso a través del cual pensamos. El mundo se convierte en una base de datos externa y en un procesador auxiliar (smartphones, IA, GPS), alterando nuestra percepción del tiempo y el espacio. Hoy, el sujeto cognoscente es un híbrido: Cerebro + Cuerpo + Nube.

La separación entre nosotros y el mundo es ahora una membrana permeable. En el microscopio de efecto túnel, la distinción sujeto/objeto se desplaza: el sujeto es ahora el sistema híbrido acoplado al átomo. No obstante, es vital distinguir entre la integración biológica y la transparencia funcional. No poseemos propiocepción sobre el dispositivo —su pérdida no duele físicamente—, pero experimentamos una amputación cognitiva. Mi sistema termina allí donde se interrumpe el acceso fiable a la información que constituye mi realidad.

Por tanto, el Yo no es una entidad con fronteras fijas, sino un sistema dinámico. No sentimos el smartphone como carne, pero lo habitamos como facultad. Si la tecnología falla, no hay herida biológica, pero se produce una contracción del ser: el mundo vuelve a cerrarse, el velo se espesa y el sujeto se retrae.

El Yo se expande y se retrae según sus acoplamientos; el mundo empieza justo donde nuestra capacidad de procesarlo vuelve a depender, exclusivamente, de la biología.

¿Mediación o medición?

El mayor riesgo es confundir la medición con la realidad. Creer que el dato es la "cosa en sí" es la ilusión más peligrosa de nuestra era. Medir un fenómeno no es acceder a su esencia, sino someterlo a un marco matemático previo. Pero, ¿es medir un afán insignificante?

No. Es la herramienta para gestionar nuestra inmersión en la realidad. Ante una totalidad indiferenciada y aturdidora, medir nos permite crear un mapa. Al delimitar el espacio, lo hacemos manejable; al distanciarnos de lo medido, creamos la separación psicológica necesaria para el control. Medir es construir un dique de lo conocido para contener la avalancha de lo desconocido; una defensa contra el sentimiento de inmersión total que, si bien es inspirador, resulta también aterrador.

La cognición extendida nos obliga a abandonar la idea de un Yo como una entidad aislada y estática. nos integra en un sistema híbrido donde, junto con la tecnología, medimos y co-creamos constantemente nuestra experiencia de vida.

No comments:

Post a Comment

Gracias por tu comentario, es de inmenso valor, que tengas un excelente día. |
Thanks for your comment, it is of immense value, have a great day.