21.9.25

Hipótesis del propósito que aburre


Ploco: "Comprender nuestro propósito: el sentido de nuestro existir, es una de las tensiones filosóficas más fundamentales y, a menudo, más angustiantes de la condición humana. El estar inmersos en esa compleja relación entre: Existencia/Conciencia/Significado,no necesariamente ha facilitado esa comprensión. Inclusive, simplemente aceptar la paradoja de nuestro conocimiento es un enredo. La razón humana es una herramienta formidable, pero opera dentro de un sistema. Intenta crear modelos, narrativas y leyes para un universo que, quizás, no opera narrativamente. Como un reloj que intenta comprender su propósito, puede analizar la lógica de su propio mecanismo, sin entender la intención con lo que fue creado ni a su creador.

La ciencia es experta en responder al 'porqué' causal (el origen de los fenómenos) y al 'cómo' (sus mecanismos). Incluso puede describir un 'para qué' funcional y biológico: la vida existe para replicarse. El verdadero enredo es el 'para qué' trascendental: ¿existe un propósito más allá de la simple maquinaria biológica? Territorio de la filosofía, la religión y el arte, que no 'explican' en el sentido científico, sino que 'interpretan'. 

El ser humano ha elevado su experticia en disolver un porqué al acercarlo al cómo, convirtiendo un misterio en un problema y generando la pregunta: ¿Al convertir un porqué en un cómo, perdemos una capa de misterio, y quizás de significado? Los problemas tienen solución (el "cómo" y el "porqué causal"), pero los misterios solo pueden ser contemplados (el "para qué trascendental"). La angustia humana nace cuando tratamos el misterio de nuestra existencia como si fuera un problema que la razón debe resolver.

Propongo la idea de la 'hipótesis del Propósito que aburre', que se construye alrededor de la idea de que la Vida (como entidad) tiene un propósito, pero que este es tan fundamentalmente simple y biológico que a la conciencia humana le resulta aburrido o incluso detestable.

En una estricta visión científica/biológica, la vida es un sistema químico que busca perpetuarse. Su propósito (Para qué funcional) es la entropía local reducida, la replicación y la adaptación. Un 'algoritmo cósmico', implacable y sin sentimientos: sobrevivir/evolucionar/expandirse.

El anterior propósito riñe con la visión existencial/humanista que describe al ser humano buscando amor, verdad, belleza, justicia, legado.

La hipótesis argumenta que somos, en efecto, productos de la Vida, somos sus agentes, colocándonos en una posición extraña y un tanto dramática.  Entonces nos determina como hijos pródigos, creados con un cerebro lo suficientemente complejo como para ejecutar su plan de manera más eficiente (tecnología, resolución de problemas), pero este mismo cerebro desarrolló la autoconciencia y empezó a hacerse preguntas que van en contra del plan original. "¿Por qué debo solo sobrevivir? ¿No hay algo más?".

Al convertirse nuestra existencia entera en una tensión entre la función (propósito "dado") y el anhelo (propósito "creado"), no nos vemos simplemente empujados a prosperar y reproducirnos, también a buscar la trascendencia.

La hipótesis intenta 'unir' estas dos realidades, definiendo nuestra búsqueda de propósito como una rebelión contra el propósito de la Vida. Si el gran plan cósmico para nosotros es simplemente ser vasijas eficientes para que el ADN se replique y se extienda por el universo, entonces, nos inventamos otro propósito porque el original, el real, nos parece insuficiente, una tarea más que una vocación.

Esta hipótesis, que es candidata para que la ciencia determine si es una simple tontería o una tesis fascinante, contiene un valor concluyente al sugerir que quizás no seamos tanto "arquitectos de nuestro significado desde cero", como sugiere el existencialismo puro, sino más bien "arquitectos de una rebelión con sentido". No partimos de una hoja en blanco. Partimos de un lienzo ya ocupado por el imperativo biológico de la Vida. Nuestra obra de arte no es crear algo de la nada, sino pintar encima de esa instrucción fundamental, transformarla, darle nuevos colores y significados que la instrucción original nunca contempló.

Entonces, existencialmente, podríamos decir que la Vida sí tiene un propósito que al Hombre no le satisface. No es que no le guste, es que su conciencia lo ha superado. Nos hemos vuelto demasiado complejos para una tarea tan simple.

Y, quizás ahí reside la verdadera dignidad humana: no en ser los ejecutores ciegos de un plan cósmico de supervivencia, ni en flotar sin rumbo en un vacío de significado, sino en estar en esa encrucijada. En reconocer el "propósito que aburre" y, con plena conciencia, elegir construir catedrales, escribir poemas y preguntarnos, como hizo Hamlet: ser o no ser."

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